Elecciones de medio término en argentina, primer semestre del 2025 todo pasa: dictaduras, engaños, sobornos, dominios, torturas, hambre, traiciones, flojedades; todo pasa, el pueblo queda
Por José Ernesto Schulman

En dos domingos consecutivos, hubo elecciones a legisladores provinciales en Jujuy, Salta, Chaco y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y aunque se aleguen que se eligieron “representantes” para los poderes legislativos de estas provincias, es evidente que hay una lectura política nacional y trascedente: se consolida la derrota estratégica del pueblo argentino que ensayó, y en buena parte apostó, a una salida progresista a la crisis terminal del neoliberalismo de los noventa estallado en diciembre del 2001.
El mayor ajuste de la historia, el más fenomenal traspaso de riqueza desde los sectores populares hacia un grupo selecto y concentrado de grupos económicos desde el golpe de estado de 1976, no solo encuentra una débil resistencia en las luchas de calle sino que también encuentra respaldo en las urnas por la doble vía del abstencionismo electoral (que los politólogos burgueses siempre han interpretado como un aval o resignación ante las políticas del gobierno) y por el triunfo de candidatos que directa o indirectamente representan a quienes han impulsados, consentido o apoyado desde la gestión pública y el movimiento social la transformación ultra derechista de la Argentina.
A grosso modo, uno de cada dos o uno de cada tres ciudadanas y ciudadanos con deber de emitir su voto han optado por no votar, y quienes lo han hecho, de un modo abrumador lo han hecho por el partido de Milei, la vieja derecha del PRO y la UCR, los partidos provinciales que se denominan peronismo como el de Salta.
Solo se asombran o espantan los que no han comprendido la magnitud de la derrota sufrida a manos del bloque de poder económico, social, político y cultural. Han conquistado la mente y el corazón de millones de personas para ideas paradigmáticas de la propuesta imperial para nuestro pueblo: no existen intereses sociales sino individuales, nadie tiene derecho a nada y todo debe ser considerado una mercancía que pueden ser adquiridas con medios de pago como la moneda nacional, el crédito bancario o de las billeteras virtuales, todo se vende y todo se compra incluido el voto y la gestión de lo público.
Lo que está en disputa es el deseo, y eso es lo que han conquistado: el consumo como objeto del deseo transformado en consumismo para una parte de la población y en objetivo inalcanzable para otra parte igual o mayor pero convencidos que es su propia “culpa”, su propio “fracaso” la causa de sus penurias.
Desde un punto de vista más directo, convencieron a buena parte de la sociedad que toda gestión de lo público genera corrupción y que la corrupción es la madre de todos los problemas. Para los que olvidan, ese fue el discurso para la irrupción de Lilita Carrió y la demonización de Cristina y de cualquier dirigente político o social que sostenga algo distinto al discurso oficial.
En la raíz del problema está la decadencia del capitalismo argentino que pasó de una primera etapa por un modelo agro exportador en lo económico y conservador en lo político (digamos de 1890 a 1943 con mayor presencia del estado desde 1930), por periodos de intentos de despliegue de un capitalismo más industrial con medidas de protección de la producción local y estímulos al consumo por la vía de salarios y servicios sociales (hablamos del primer peronismo de 1945 a 1955, del segundo peronismo desde 1973 hasta el Rodrigazo de 1975 y a grandes rasgos por el largo periodo de los Kirchner en el gobierno: primero Néstor, luego los dos periodos de gobierno de Cristina –no iguales- y el desastroso gobierno de Alberto y Cristina Fernández que dilapidaron todo el esfuerzo de resistencia a Macri y el FMi).
Desde 1930 el país vio borrado de su agenda la Constitución Nacional de 1853 (con leves reformas en 1957, solo la legitimación de los derechos sociales en el 14bis) en los sucesivos golpes de estado de 1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y el fatídico de 1976.
Fueron esos gobiernos los que transformaron la deuda externa en un bozal poderoso que fue modelando el proceso incesante de concentración y centralización del capital en la Argentina, el creciente poderío de los bancos y la financiarización de la economía (que dicho en forma sencilla aunque esquemática implica que la tasa de interés financiera supera a la cuota de ganancia media de modo tal que convenga especular y no producir generando el fenómeno casi único del uso del dólar en la Argentina como medio de ahorro pero también de ganancias para todas y todos los que los tengan).
En su momento caracterizamos a la dictadura de Ongania, Levingston y Lanusse (1966/1973) como el inicio de un proceso de desnacionalización, hoy se puede ver como un largo proceso de reorganización imperial del dominio colonial, Milei expresa el punto más alto de ese proceso de dominación colonial basado en la exacerbación del deseo individual al consumo y la banalidad de todo.
En definitiva la decadencia del capitalismo argentino es la pudrición, la descomposición final de las relaciones sociales construidas en largos procesos de lucha y resistencia desde el primer sindicato obrero, la Federación Gráfica de 1856, pasando por las huelgas de inquilinos de 1906, la epopeya de los obreros de la construcción de 1930, el 17 de Octubre del 45, el 29 de mayo de 1969 y todos los “azos” y la propia resistencia a la dictadura fascista de Videla.
Hay un mundo social que está agotado y que ha perdido sentidos: ya no sirve luchar para negociar mejor como practicó el modelo sindical argentino durante décadas; ahora quieren liquidar todo derecho y esclavizar a las y los trabajadores; no les interesa ni la ciencia ni la cultura nacional y popular, quieren de nosotros el gas, el petróleo, el agua y todo lo que puedan robarse.
Solo uno de cada tres trabajadores tiene alguna relación formal y ésta relación ya no se basa en leyes ni convenios más que en un puñado de gremios donde la tasa de ganancia es tan brutal que permiten esos “lujos”: bancarios, aceiteros, etc. El abandono de los sindicatos y la CGT a los trabajadores informales terminó liquidando su poder, pero nunca lo entendieron ni lo entenderán. La imagen de Pablo Moyano reculando ante una amenaza de la Bullrich dice más que cualquier ensayo teórico.
Los dos grandes mitos de la historia nacional han sucumbido.
Alguien cree que la Unión Cívica Radical es sinónimo de garantías constitucionales y defensa de los derechos humanos y la democracia? Alguien le cree a Lostau, a Pullaro, al propio Santoro salvando la distancia
Alguien cree que el Partido Justicialista es un partido cuya columna vertebral son los trabajadores organizados y que lucha por los derechos económico sociales? Alguien le cree a Massa, a Scioli, a Alberto Férnandez, a los peronistas del norte, el centro y el sur argentino? La propia Cristina con su obstinada defensa del capitalismo como marco conceptual termina siendo funcional al único capitalismo real, el de Milei, Macri, Bulgheroni, Rocca y la embajada
Y por eso cayó el mito liberal de que votar es ejercer el poder popular sobre la cosa pública. Aun los que votamos, alguno cree que se cambiará mucho con el voto?
Desde 1983 en adelante, funcionó por veinte años un modelo de dominación bipartidista entre el peronismo y la unión cívica radical de modo tal que el deterioro de uno era compensado por el crecimiento del otro: Alfonsín, Menem, De la Rúa utilizando siempre la trampa del voto útil, objeto de culto del posibilismo argentino.
Todos ellos intentaron reconstruir un movimiento nacional abarcativo del todo como lo fueron, en su contexto histórico, Yrigoyen y Perón. Lo mismo intentaron Néstor y Cristina. Ninguno de ellos tuvo éxito porque ya no había espacio para un proyecto de capitalismo nacional, serio, productivo, inclusivo, respetuoso del orden liberal y las garantías constitucionales. Hace años que el articulo 22 de la Constitución Nacional del 53 (nunca discutida ni en el 57 ni en el 94, las dos reformas habidas) liquidó toda forma de poder popular transfiriendo todo a una casta de burócratas al servicio del poder real, aquel que no se somete a votación ni escrutinio.
Todo programa de liberación nacional debería comenzar por derogar aquella disposición de que «el pueblo no gobierna ni delibera sino a través de sus representantes»; por el contrario se trataría de ejercitar al pueblo en la gestión de todo lo publico: los hospitales, las escuelas, los presupuestos locales de modo tal que los derechos sagrados a la salud, educación, vivienda, descanso, salario digno por todo trabajo incluido el de las que cuidan los hogares de modo tal que se rompa la mentira de que solo los que saben pueden discutir la política.
Por de pronto, las llamadas «democracias representativas» van hacia un final anunciado con los Trump y los Milei, los Bukele y las Dina Boluarte; por qué no seguir el ejemplo de Evo Morales que proclamó la necesidad de la Revolución para salvar la patria, la democracia y nuestra propia historia como pueblo
Cuántos concejales o legisladores locales, diputados provinciales y nacionales, senadores y dirigentes sindicales tiene el peronismo? Adonde están? Para que sirven?
Por ahora, el acumulado histórico de luchas y victorias parciales está sepultado bajo una avalancha de acciones del Poder Imperial y sus lacayos cipayos locales. No es poco, rebelarse contra Milei es rebelarse contra Trump y el Imperio Yankee que está en decadencia, es cierto, pero que conserva con extrema 0violencia su patio trasero, aquel que proclamó hace doscientos años con la doctrina Monroe.
Recuperarlo, ponerlo en valor, hacerlo dialogar con las nuevas realidad (aparentes novedades, recuerden que en 1916 Lenin nombraba a la Argentina como el ejemplo mundial de un país formalmente independiente y neo colonia o “dependiente” en la vida real)
Asumir nuestra condición de país colonizado permitirá recuperar las tradiciones culturales que nos precedieron en la resistencia desde Tupac Amarú hasta Hugo Chavez y desde San Martín al Che Guevara que, cada uno en su momento histórico y circunstancias, demostraron que se puede derrotar al Imperio a condición de no caer de rodillas y de romper con la tradición y la costumbre, con lo instituido y lo sagrado.
Nunca olvidar aquello de Simón Bolívar «Lo imposible es lo que nosotros tenemos que hacer, porque de lo posible se encargan los demás todos los días» y lo “imposible” hoy es resistir la oleada fascista por un lado y posibilista por el otro, construir fuerzas revolucionarias que proclamen sin miedos que sin dominio burgués la vida será mejor para todos, unir a esas fuerzas revolucionarios en todos los terrenos incluido el electoral y defender con la vida el derecho de los pueblos a la revolución.








