
La Coordinadora Americana por los Derechos de los Pueblos repudia las nuevas acciones intervencionistas del Gobierno de los Estados Unidos, que amenaza con una invasión contra el pueblo de Venezuela, con el fin de imponer una administración títere a través de una invasión directa (como reclaman abiertamente los sectores de la derecha), de un ataque puntual para generar miedo o bien de una asfixia económica, reforzando el cumplimiento de las injustas sanciones unilaterales ya impuestas al país.
La acusación de narcotraficantes contra quienes se oponen al imperialismo estadounidense no es novedosa. Hace ya más de cuarenta años, los EE.UU. usaron esta acusación contra las guerrillas colombianas, para quienes inventaron el término de “narcoterroristas”. Luego intentaron ensuciar con acusaciones de narcotráfico a la revolución cubana. Más tarde, derribaron a su antiguo colaborador Noriega, preocupados para garantizarse el control del Canal de Panamá. Ahora, Trump y sus lacayos dicen que el Gobierno de Venezuela sería una especie de cartel de drogas al que responsabilizan de los problemas de narcotráfico en EE.UU., a pesar de que no existe prueba alguna de semejantes afirmaciones.
En el último medio siglo, a sus invasiones en Irak y Afganistán, sus intervenciones en el Líbano y Somalia y los ataques aéreos contra Libia (entre muchas otras), se suman en Nuestra América el impulso a golpes de Estado (por ejemplo, contra Chávez, Morales, Zelaya, Lugo, sumados a atentados contra Fidel Castro y Maduro y a persecuciones por medios más sutiles, como el uso del Lawfare) y a intervenciones como las realizadas en Haití, se suman las acciones contra Nicaragua en defensa de Somoza y luego en apoyo de los Contras, al igual que las invasiones de Granada y Panamá.
Ahora, además de aumentar a U$S 50.000.000 la recompensa contra el Presidente Maduro (a quien no reconocen como Jefe de Estado porque ambicionan poner en su lugar a un títere, para apoderarse de todos los recursos naturales de Venezuela y, al mismo tiempo, profundizar todavía más el criminal bloqueo contra el pueblo de Cuba, a quien no perdonan su orgullosa independencia, ni la solidaridad que con sus médicos brinda a gran parte de la humanidad), se anunció el envío de una flota de guerra con capacidades de asalto anfibio, la cual se instalaría cerca de las costas venezolanas. Es decir, un bloqueo naval como el que hace más de sesenta años habían impuesto contra Cuba, pero esa vez impuesto con la excusa de la lucha contra el tráfico de drogas.
Además de nuestro enérgico repudio a esta nueva intervención militar estadounidense contra la soberanía de Nuestra América, dirigida especialmente contra el pueblo de la República Bolivariana de Venezuela, consideramos conveniente señalar un par de detalles simbólicos sobre uno de los buques estadounidenses que participarán en este nuevo acto de imperialismo.
El destructor USS “Sampson”, uno de los asignados para la agresión, acaba de ser visitado por el jefe del Comando Sur de USA, el almirante Alvin Holsey, en una pausa durante un nuevo viaje a la Argentina, seguramente para dar instrucciones a sus cipayos locales. ¿Y quién fue Sampson? Nada menos que el contraalmirante que comandó la flota gringa en la batalla de Santiago de Cuba, en 1898, cuando EE.UU. intervino en la guerra de independencia cubana con el fin de controlar la nueva república naciente.
Sin ninguna duda, la agresión contra Venezuela no es un hecho aislado: es parte de la actual etapa del imperialismo de EE.UU., que busca la reconquista de toda América como parte de su respuesta frente a su creciente decadencia global. Un ataque contra Venezuela es una agresión contra todos nuestros pueblos. Y contra todos los Gobiernos que no quieran someterse al imperio. Por eso, llamamos a la unidad en el repudio de esta nueva escalada intervencionista de los EE.UU. –cuyos Gobiernos violan sistemáticamente los DD.HH. de sus propios habitantes y del resto de la humanidad contra la República Bolivariana de Venezuela








